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Quiero daros la bienvenida a todos los que estáis aterrizando en el Reino de la Mermelada por primera vez. Esta es una ventana abierta a través de la que podéis asomaros a lo que es mi día a día. Si llegáis aquí buscando respuestas o información sobre la leucemia infantil, que sepáis que las respuestas están en vosotros mismos, yo sólo puedo compartir las mías. Agarraos fuerte que vienen curvas.

miércoles, 9 de abril de 2014

Sangre de horchata

Me viene a la cabeza esa canción de Presuntos Implicados que decía aquello de “ay, como hemos cambiado…”.
Yo que me vanagloriaba de no haber cambiado un ápice en toda mi vida, es más, porfiaba de no haber conocido a nadie que hubiera cambiado.
¡Zas!, sopapo en todos los morros, por idiota.
¡Claro que la gente cambia, claro que cambiamos y por lo general, a peor!
Yo he cambiado mucho, en especial en estos últimos cinco años. En principio creía que sería una adaptación temporal por las circunstancias que me estaba tocando vivir, ahora veo que no, que ese cambio de actitud, sobre todo, se mantiene a lo largo del tiempo.
Me he vuelto mucho más insensible al dolor ajeno, parece un contrasentido, pero es así como lo siento. Supongo que no hago más que mirarme al ombligo y eso no es bueno, pero de momento va a seguir siendo así.
Por supuesto que he contado con muchísima ayuda, pero ayuda de quien ya me la daba antes, de quien sabía que podía contar incondicionalmente con ellos, los demás, si, bueno, han sido amables… sin más. También he conocido a gente a la que me siento muy cercana en vivencias, por desgracia, ojalá nadie tuviera que pasar por esto.
Ya no le doy vueltas al asunto, por suerte con mis dos manitas, las de mi contrario y las de la gente a la que le importo de veras sigo adelante, eso es lo que cuenta.
A esa “insensibilidad” ha habido que acompañarla con un cambio de actitud, me he vuelto muy cerrada para mis relaciones, hoy por hoy no tengo que hacer ningún esfuerzo para que la mayoría de las cosas me importen un bledo, es así, supongo que a fuerza de priorizar mi cabeza ha aprendido a hacerlo por sí misma. Esto es un descanso os lo aseguro, ya no me siento culpable por no ayudar a todo el mundo, por no estar pendiente hasta del más mínimo detalle de los demás por intentar serles útiles y estoy contenta por ello.

Pero me falta la segunda parte, he aprendido a “pasar de todo y de todos” pero no he aprendido a disimularlo, eso creo que me va a costar más, yo sólo tengo una cara, la que se ve, no tengo dobleces, de momento, que ya digo que estoy dispuesta a cambiar.
Tengo que conseguir “hacer como que” las chorradas que me toca que oír me importan. Las tonterías de aquellos que me cuentan “lo pobrecitos que son porque les duele una muela”, o “la penita que dan sus niños por esas heridas terribles en las rodillas”. Y lo mejor es que mucha de esa gente que me cuenta semejantes desgracias jamás me pregunta por mi Sol, y en pleno tratamiento sólo me decían  “esto está chupao, no ves lo bien que está”.
Vuelvo a mirarme el ombligo y, ¡coño, me encanta mi ombligo!, cuando aprenda a poner mi mejor sonrisa ante las chorradas ajenas seré una mujer completa.
Otro problema con el que aún estoy bregando es con este carácter mío. Por decirlo que se entienda soy de las que “se dispara”, hace falta tocarme mucho, pero muchísimo las narices para que te de una mala contestación, te suelte un grito o un improperio, pero, ay amigo, una vez que lo has conseguido (cabrearme de verdad) ya no hay marcha atrás y eso no puede ser.
La educación es muy importante y en determinadas circunstancias el 95% de esa educación es cinismo (no siempre, por favor, no me saltéis a la yugular todavía). Lo que quiero decir es que en ocasiones es mucho más efectivo y hace más daño decirle a alguien en tono pausado que “deje de adueñarse de objetos que no le pertenecen o que se está equivocando repetidamente en una opinión, que quizás se deba a que es mayor y la cabeza no le rige bien , quizás tanta bebida no le hace bien, o que está muy cansado y no puede razonar correctamente” que gritar “deja de decir gilipolleces que lo que estás haciendo es robar”, por poner un ejemplo.

Es eso a lo que  me refiero con sangre se horchata, eso es lo que yo quiero, que mi carácter se esconda detrás de una supuesta educación que no tengo, no quiero alterarme por nada, o al menos no quiero parecer alterada porque si os dais cuenta, tener razón o no, en el mundo de apariencias en el que nos movemos no importa, lo que importa es la manera en que las cosas se dicen.

¡Dientes, dientes! que diría una conocida folclórica, eso es lo que yo quiero.

2 comentarios:

Irene, Umpa Lumpa & cía dijo...

Pues aunque sea de lejos... un poco te entiendo.
En el último año y pico yo también he cambiado un poco parecido. Hay cosas que no me gustan y otras que no me importa que hayan cambiado.

Me he vuelto mucho más desconfiada. Me he llevado muchas decepciones de mucha gente (aunque es cierto que alegrías por otra parte)

Y me da igual la gente. No me importan... La gente que no me importa, realmente no me importa. Me resbala medio mundo y no tengo problema en decirlo...

LokCordura dijo...

Va a ser que tengo el mismo problema. Tanto tiempo trabajando en oncologia, me ha cambiado mucho, mi vida ha cambiado y las prioridades son otras. Veo el mundo distinto, es lo que hay.
Uno no solo sufre por el enfermo, si no tambien por el entorno de gente enferma que ve en el hospital, muchas veces sola sin nadie que los visite mientras afuera al resto de "sanos" no les importa lo que pasa dentro.
Un abrazo Lou.