Hola

Quiero daros la bienvenida a todos los que estáis aterrizando en el Reino de la Mermelada por primera vez. Esta es una ventana abierta a través de la que podéis asomaros a lo que es mi día a día. Si llegáis aquí buscando respuestas o información sobre la leucemia infantil, que sepáis que las respuestas están en vosotros mismos, yo sólo puedo compartir las mías. Agarraos fuerte que vienen curvas.

sábado, 28 de septiembre de 2013

El corazón partío (IV)

Vuelvo a salir al patio. Desde la puerta miro a la izquierda, veo el pozo, por suerte tapado y detrás la cocinilla.
Por aquellas cosas de los pueblos, por herencia, a mi abuelo le tocó la parte final derecha de una cuadra que tenía la entrada por una calle perpendicular. Esa parte final, cuyo tejado caía hasta hacerla impracticable, se fraccionó con un tabique y pasó a ser "la cocinilla", allí había una cocina antigua, es decir, un rincón con chimenea donde antiguamente se cocinaba. El suelo era de piedra. Con los años mi abuela la acondicionó a modo de cocina en el sentido en que hoy lo entendemos, puso una cocina de gas con horno, una pila y una nevera.
Por más que la casa tuviera una cocina, mi abuela sólo la usaba si iba en invierno, por no tener que atravesar el patio, en verano, con todo el calor del mundo, atravesaba, puchero en mano, los metros entre su cocinilla y la casa.
 
 

Hace 25 años que los dueños del resto de la antigua cuadra decidieron remodelarla, toda la cocinilla se vino abajo.
Mi abuela se tuvo que ir de casa, no quería ver su cocina caer.
Al levantar la nueva se hizo en dos plantas, la baja, con cocina y arriba una hermosa habitación con dos camas. Mal pensado, no se hizo aseo.
Ahora en la habitación de arriba no están las dos camas, está la cama grande que estaba en la habitación de la izquierda.
Pero quiero pararme en el patio, un patio de vecinos, cuatro en concreto, el patio al que yo salía por las noches al fresco, donde escuchaba a los abuelos contar sus historias, donde miraba un cielo en el que no cabía una estrella más.
Justo delante de la habitación de mis abuelos está la higuera. Es una higuera centenaria que da unos higos deliciosos, sólo como higos de allí, los que yo cojo ("por la mañana temprano, hija, que están más frescos", decía mi abuela).
En ese patio cuando yo era muy pequeña mi madre ponía una piscinita de plástico al sol, para que se calentase el agua y mi hermano y yo chapoteábamos felices un rato.

No hay comentarios: